lunes, 10 de julio de 2017

Ya no cuenta ovejas, hoy duerme en paz.

Hoy va por ti, abuelito.

He conocido a personas a lo largo de mi vida,
dicen que los amigos son familia que uno elige,
Pero a mi me eligió y me aceptó mi familia incluso desde antes de nacer.

Para mi, una de las figuras que representan el verdadero amor siempre será mi abuelito.
El mejor abuelito que me pudo haber tocado por siempre en esta y en cualquier vida.

Recuerdo cuando era pequeña, tuve la suerte de ser la primera nieta, y más suerte aún de vivir en casa de mis abuelos, con mi tío, mi mamá, Peluza y mis gatos.
Pero mi mejor amigo en la casa era mi abuelito, porque él era mi cómplice. En él encontré mucho amor, protección, cariño y uno que otro consejo.

Cuando tenía miedo de entregarle mi boleta a mi mamá, sabía que mi abuelito la firmaría sin reclamarme nada, ni hacerme sentir mal.
Yo sabía que mi abuelito haría cualquier cosa por mi, quizá algunas veces a regaña dientes pero yo sabía que podía contar con él para todo lo que quisiera hacer.
Mi abuelito no me juzgaba, no me criticaba, no me regañaba, y si alguna vez lo llegó a hacer, entonces fue un momento tan raro y poco común, que seguramente lo he olvidado.

Mi abuelito me alentaba a hacer lo que yo quisiera, me contaba las mismas historias, me acompañaba a donde nadie más quería ir, me llevaba a comer lo que yo quisiera, me dio absolutamente todo lo que yo quería y lo que yo necesitaba.

Pero mi querido y muy amado abuelito enfermó de un día para otro.
nadie quiso darse cuenta al momento, porque todos pensábamos que era parte de él ser tan ocurrente, o esconder las cosas como si fuese un juego.
Ninguno quiso ver que nuestro abuelo estaba envejeciendo, y que no era normal que hiciera cosas o dijera otras.

El abuelo envejeció tan rápido, se enfermó tan rápido que no nos dio tiempo de saber lo que teníamos que hacer.
Solamente se dejó llevar por la enfermedad del olvido, hasta el punto donde divagaba tanto que dejaba de hablar.
Hasta que un día enmudeció, olvidó hablar, olvidó vivir, y se dejó vencer por la dulzura de no recordar cualquier preocupación, y su mente se apagaba día tras día, cada año mucho más.

Mi abuelito se la pasaba sentado en el sillón de la sala, acariciando a los gatos, viendo como la gente pasaba por la calle, esperando la hora de comer y la hora de dormir.

Cada vez que visitaba mi casa lo hacía a sabiendas que tenía que despedirme de mi abuelito por si era la última vez que nos veíamos.
Aproveché cada vez que estaba en casa para estar con él, convivir lo más posible y hablarle de todo lo que pudiera hablarle, aunque sea para que supiera que yo lo seguía tratando con amor y respeto.
Le dije muchas veces "abuelito, te amo, te amo mucho", para ver en sus ojos unos segundos de lucidez, aunque no recordara mi nombre, aunque no estuviera seguro de quién era yo.
Insistí en abrazarlo, en amarlo con mis acciones, en demostrarle que no lo he olvidado y que jamás lo olvidaría.

Para mi, ese señor me abrió su casa, me abrió su corazón, me incluyó en su familia y me entregó todo, y yo le estaré eternamente agradecida.
Conocí el amor incondicional de un abuelo gracias a ese señor.

Hace un año mi abuelito, mi gordito, mi amor cerró sus ojos.
Mi abuelito esta descansando en la sala del cielo, con todos nuestros gatos y se que me observa, porque me visita cada vez que se lo pido con lágrimas. Lo veo en mis sueños y lo único que le repito es que lo amo demasiado.
Ya no cuenta ovejas, hoy duerme en paz.



No puedo hablar o escribir de él sin que se me salgan las lágrimas, parece que esa fuente de amor jamás se va a secar.
Lo amo, lo extraño y gracias a él conozco el amor y calor de una familia.

Abuelito, lo estoy haciendo lo mejor que puedo, pero a veces quisiera retirarme, quisiera renunciar, necesito que me abraces y que me digas que soy fuerte para poder creérmelo.
Te amaré en esta vida hasta que te vuelva a ver.

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